La Voz – 17 Septiembre
Desde hace poco más de una semana, entre el bosque de mástiles de la marina de Cabo de Cruz, que gestiona el Club Náutico de Boiro, sobresale un palo que llama la atención por su altura y arboladura. Corresponde al velero Tokio II, un ocean race que poco o nada se puede ver por los puertos deportivos de la ría de Arousa ya que precisa un calado de más de cuatro metros para poder entrar en estas instalaciones. El porte de la nave llama la atención ya a lo lejos, por su eslora de sesenta pies (casi 19 metros), su manga (5,05 metros) y su altura, desde el extremo del palo hasta el agua (24 metros); y sorprende de cerca por sus enormes winches (cabrestantes para tensar las escotas de las velas) y toda la arboladura y aparatos que se despliegan por la cubierta.
Podría tratarse de un barco que está de tránsito rumbo a una regata, pero no es así. Ha llegado a Cabo de Cruz para quedarse y poner en marcha una novedosa actividad que con toda seguridad atraerá a deportistas y aficionados de la vela que deseen navegar en un barco de alto nivel, construido en 1993 para participar en una vuelta al mundo, que finalmente no llegó a hacer, ya que el equipo optó por emplear el otro barco gemelo.
El Tokio II no ha arribado a Cabo de Cruz de casualidad, sino por las condiciones de la marina y el deseo de su actual propietario, Luis Álvarez, que conoce bien la ría. Él es compostelano, empezó su formación en vela en Rianxo siendo un niño y aunque su lugar de trabajo actual está en Toledo, no puede vivir de espaldas al mar y a la actividad náutica, por eso, junto con su esposa, decidió comprar el barco, que estaba en Breskens (Holanda) desde que el inicio de la pandemia obligó a sus anteriores dueños a dejarlo en los Países Bajos.
El barco tiene su historia. Fue diseñado por Joh Swarbrick y construido en Nueva Zelanda por Marteen Marine, en 1993. Participó en regatas como la Middle Sea Race, que sale y termina en Malta tras recorrer más de 600 millas náuticas, y en la Fastnet Race, considerada una de las regatas más emblemáticas del mundo, por su dureza, que también consta de más de 600 millas y tiene como referencia la isla de Wight.
Hasta el año 2002 permaneció en el Mar del Norte realizando la misma actividad que los actuales armadores quieren implantar en Cabo de Cruz, que es ofrecer la posibilidad de formar parte de la tripulación del barco tanto a deportistas experimentados, como aficionados a la vela e incluso a quienes no tengan conocimientos pero quieran probar.
Luis Álvarez explica que no se trata de un barco para hacer fiestas o salidas de relax, sino de un velero deportivo de altura en el que, aquellos que estén interesados, participen en una navegación de unas ocho horas diarias, con salida por la mañana y regreso por la tarde, en la que tendrán que hacer una función a bordo: trimar velas, llevar el rumbo, izar o arriar velas, hacer banda. Todo lo que se precisa en un barco de vela.
Por otra parte detalla que, si se llega a dar el caso de contar con un grupo experimentado que quiera hacer una navegación oceánica larga, de varios días de duración, también será posible. En los casos de personas que naveguen por primera vez a vela, se les darán unas nociones teóricas antes de salir a navegar, sobre seguridad, funciones a desempeñar y otros.
El Tokio II saldrá el lunes de Cabo de Cruz para ser sometido a unos trabajos de mantenimiento, y la intención es que el miércoles esté de regreso preparado para empezar la actividad.
El presidente del Náutico de Boiro, Manuel Fajardo, dio la bienvenido al barco y a su tripulación y destacó la importancia que la actividad del Tokio II puede tener para Boiro, ya que traerá aficionados a la vela de toda España e incluso del extranjero, dado que será promocionada su navegación a través de plataformas internacionales.